¿Qué imaginas que una jovencita bebiera estar haciendo un miércoles a las 8 de la noche? Respuestas pede haber muchas, echemos a volar un poco la imaginación: un día miércoles podría ir al cine con sus amigos, ir con su novio a comer unos tacos de suadero en los Chintotolos, famoso por sus deliciosos manjares; estar alistándose para ir al antro con sus amigos. Pero no.
Esta chica alrededor de los 20 años prefiere gastar su tiempo en cambiar al mundo. Y creo que lo puede lograr. Estando en la tienda departamental de los Búhos, fui abordado por esta chica que a quemarropa me preguntó si quería participar.
Yo le contesté que no, pues creo que Greenpeace es una organización algo radical, y me preguntó que si conocía la organización. Y comencé a narrarle lo que había escuchado de los transgénicos. Acto seguido se dio a la tarea de batir una a una mis argumentaciones, mismas que cayeron tal cual pajarito contaminado en pleno Reforma a las 2 de la tarde.
Al final llegó a convencerme, pero antes de que terminara su interlocución me entró una enorme curiosidad por saber algo sobre ella, fue entonces que tocó mi turno para preguntarle ¿por qué Greenpeace y no alguna organización mexicana como Naturalia por ejemplo? Ella me contestó que cuando ingresó no conocía otras organizaciones. ¿Entonces cómo fue el contacto entre Greenpeace y tu? Bueno, ya conocía a amigos que estaban ahí y me invitaron.
Las empresas sean públicas o privadas, gastan enormes cantidades de dinero para hacerse publicidad. Constantemente, diario, cada minuto, en tv abierta, cerrada, revistas, cine, calles, mesas en restaurantes, todo, todo, todo tiene publicidad. Es casi imposible encontrar algo que no ostente una marca.
Y Greenpeace, así como cientos de organizaciones, ganan adeptos, donadores, voluntarios y seguidores uno a uno. El dinero que las empresas invierten en publicidad, estas organizaciones lo invierten en relaciones públicas. Aunque, claro, en algunos casos, en un rango mucho menor. Pero al final, efectivo. La publicidad uno a uno es la mejor forma de ganar voluntades, y más cuando de ayudar se trata, porque le da una cara, un sentido humano, un trato cercano y le brinda legitimidad, cosa que nunca se lograría con un spot comercial.
Sin embargo esta activista lo que me pedía era dinero. No en el sentido de la transacción monetaria en sí, sino que donará a través de mi tarjeta de crédito a la organización. No dudo que organizaciones como esta necesite dinero, es más lo demanda para seguir haciendo su proselitismo, sin embargo, como le expresé a mi joven activista, de ayudar me encantaría hacerlo haciendo lo que mejor sé hacer.
Y creo que muchas personas pudieran dar no sólo su aportación económica, sino contribuir no sólo a Greenpeace sino a muchas otras organizaciones que lo necesitan, dando aquello que saben hacer mejor. Esta es una guerra que se gana en las calles, que se gana uno a uno. Por lo mientras mi joven activista a mi me ganó, me convenció de visitar la página de Greenpeace y así lo haré, y, nadie sabe, a lo mejor me convierto en un activista, también. O ¿tú qué piensas?
La vida es en sí un experimento...
Mauricio Martínez R.
mau_76@hotmail.com
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